La historia del té verde comenzó en China hace unos 5000 años. En aquella época todo el té era verde, preparado con hojas frescas de la planta cuyo nombre botánico es “Camellia sinensis”. Tiempo después, el té negro (fermentado) y el Oolong (semifermentado) hicieron su aparición. Con la llegada del frío, hay muchas razones para reconfortarnos con una deliciosa taza. Entre ellas, las desveladas por investigaciones recientes que indican que se trata de una bebida “estrella” para el cerebro.
El consumo de té verde se asocia a una reducción en el riesgo de enfermedades cardiovasculares, a una mejora en la función endotelial y a una disminución de la presión arterial. En lo que al cerebro respecta, un número creciente de investigaciones indican que beber té verde podría retrasar el envejecimiento cerebral y reducir la incidencia de enfermedades neurodegenerativas. Dichos efectos han sido comprobados por centenares de estudios realizados en modelos de experimentación animal y en sistemas celulares. Recientemente, varios análisis epidemiológicos y clínicos también han resaltado la acción neuroprotectora del té verde en humanos. Por ejemplo, después de encuestar a más de mil personas japonesas mayores de 70 años de edad, se concluyó que el consumo de al menos una taza por día de té verde (en menor grado otros tipos de té pero no así el café) se asocia a una menor prevalencia de déficit cognitivo1.
Un estudio reciente en el que participaron 91 personas con déficit cognitivo demostró que la combinación de un extracto de té verde y L-teanina provoca mejoras en memoria, atenciónselectiva y actividad cerebral en zonas corticales relacionadas con estados de alerta7.
La L-teanina, un aminoácido presente en el té verde que también se halla en otros tipos de té, es una molécula neuroprotectora. Su fórmula química es muy similar a la del glutamato y a la de su precursor, la glutamina. El glutamato es un neurotransmisor con funciones en procesos memoria y aprendizaje, aunque en determinadas condiciones actúa como neurotóxico. Los efectosneuroprotectores de la teanina se deben en parte a su acción antagonista sobre la vía delglutamato8,9.
Pero sin duda, la mayor peculiaridad del té verde es que contiene una molécula con sorprendentes propiedades sobre el sistema nervioso central: la epigalocatequina-3-galato (EGCG). Los efectos protectores de esta sustancia sobre la patología neuronal están cada vez más documentados y sus propiedades destacan frente a más de 20 sustancias de la misma familia (flavonoides) provenientes de distintas fuentes naturales. La EGCG reduce los niveles tóxicos en el cerebro de beta-amiloide, una de las moléculas implicadas en la enfermedad de Alzheimer, y restablece la producción de energía en neuronas de modelos experimentales de dicha enfermedad 2,3.
También se ha demostrado que la epigalocatequina-3-galato (EGCG) protege frente a los dañoscognitivos provocados por el estrés psicológico, impidiendo el aumento de hormonas de estrés (glucocorticoides) y el aumento de moléculas pro-inflamatorias (interleuquinas)4. Asimismo, se ha descrito que este flavonoide podría contribuir a potenciar los efectos de tratamientos farmacológicos empleados en estadios tempranos de la enfermedad de Parkinson5. En el último Congreso Internacional sobre Polifenoles y Salud 2011, celebrado en Sitges, un grupo de investigadores australianos presentó un interesante estudio clínico demostrando que alrededor de 90 minutos después de ingerir EGCG, la actividad del cerebro aumenta en áreas de la cortezacerebral relacionadas con cognición, atención, motivación y memoria 6.
Hay que remarcar que muchos de los estudios científicos que aquí se comentan han analizado los efectos dela epigalocatequina-3-galato (EGCG) purificada o de extractos polifenólicos obtenidos a partir del té verde en concentraciones imposibles de alcanzar simplemente bebiendo una taza de infusión. A pesar de ello, estudios de biodisponibilidad (referentes al destino de los nutrientes en el organismo) sugieren que el consumo regular de alimentos ricos en flavonoides genera unos niveles circulantes estables de sus derivados activos provocando efectos beneficiosos a largo plazo. Por otra parte, algunos estudios indican que las sustancias bioactivas del té verde en su contexto natural no fraccionado tienen una mayor actividad neuroprotectora que sus componentes purificados.
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